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Parto Respetado



Es un hecho ampliamente extendido que la atención del parto y del recién nacido suele estar excesivamente medicalizada. En ocasiones la deshumanización en el cuidado de la embarazada lleva a intervenciones innecesarias, costosas, invasivas y peligrosas en un hecho para el cual la naturaleza biológica y emocional tiene sus propias reglas.
Esta compleja realidad de la fisiología natural y espontánea por un lado y del modelo asistencial que intenta modificarla por el otro, crean situaciones de conflictos que caracterizan a una buena proporción de los partos y nacimientos.

Con la consigna de la conducción médica del parto, se reiteran rutinariamente procedimientos tales como internación precoz (muchas veces sin trabajo de parto), enema evacuante; rasurado vulvar; goteo con ocitocina endovenosa (hormona que naturalmente produce la mujer y que se aplica externamente para acelerar o intensificar las contracciones), monitorización permanente de los latidos fetales con un cinturón de detección fijado a la cintura que inmoviliza a la mujer (y que se coloca habitualmente en situaciones de bajo riesgo), anestesia peridural sin demanda de la madre (debe restringirse a situaciones que tengan indicación precisa), administración de analgésicos o antiespasmódicos, posición obligada de litotomía (la madre acostada de espaldas con sus piernas elevadas y sujetas a estribos metálicos), episiotomía rutinaria (sección quirúrgica en la vulva para ampliar su abertura), ligadura inmediata del cordón y separación del recién nacido de la madre para maniobras de resucitación e instrumentales-exploratorias, casi siempre innecesarias. La tasa de nacimientos por cesárea es también un hecho preocupante, ya que, en general, supera el 50 %, según la institución considerada.
A todo esto se agrega la dificultad que tiene el acompañante elegido por la madre para ser protagonista pleno y permanecer a su lado en todas las instancias del parto y del nacimiento.


¿Qué significa parto y nacimiento humanizado?
Reconocer en padres e hijos a los verdaderos protagonistas, como seres autónomos para reconocerse y decidir sobre lo que los afecta.
No intervenir o interferir rutinariamente en este proceso natural, no habiendo una situación de riesgo evidente.
Reconocer y respetar las necesidades individuales de cada mujer/pareja y el modo en que desean transcurrir esta experiencia ( en una institución o en su domicilio).
Respetar la intimidad del entorno durante el parto y el nacimiento.
Favorecer la libertad de posición y movimiento de la mujer durante todo el trabajo de parto ( parto en cuclillas, en el agua, semisentada, o como desee ).
Promover el vínculo personalizado entre la pareja y el equipo de asistencia profesional. Respetar la necesidad de elección de la mujer de las personas que la acompañarán en el parto (familia, amigos).
Cuidar el vínculo inmediato de la madre con el recién nacido, evitando someter al niño a cualquier maniobra de resucitación o exámenes innecesarios.

Un decálogo de derechos
Derecho a que no la consideren una enferma.
Derecho a pedir la participación y protagonismo de su pareja o acompañante.
Derecho a tener miedo
Derecho a elegir
Derecho a sentirse dueña de su cuerpo
Derecho a no ser sometida ella y el recién nacido a rutinas médicas innecesarias
Derecho a sentir placer y a sentir dolor
Derecho a expresarse según su necesidad
Derecho al vínculo inmediato con su hijo
Derecho al buen trato


El modelo real del parto y del nacimiento no tiene nombre ni debería designar un aspecto particular de la atención médica. Se trata de un modelo singular, individual, que cada mujer y cada varón tienen que construir pacientemente, de acuerdo con sus posibilidades y sus creencias, cualquiera sea su marco social o económico; un modelo que incluya a cada persona con sus propios saberes: un modelo “humanizado”.

Dr.Carlos Burgo- obstetra

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